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Mucho ruido y una final

Actualizado: 7 may 2018

ÀLEX PALOMAR. Madrid

21/04/2018

La final de la Copa del Rey, que ya cuenta con el FC Barcelona como invitado de lujo, no rompió la tradición y se convirtió un año más en un nido de confrontación política. En la edición de 2018, el equipo catalán se enfrentó esta vez al Sevilla FC en una noche en la que los símbolos políticos en la grada asumieron un rol protagonista. El monarca Felipe VI fue un mero espectador de una jornada en la que las fuerzas de seguridad del Wanda Metropolitano prohibieron un color y en la que megafonía del estadio estuvo a niveles de potencia sonora semejantes a un motor de avión.


“No se debe mezclar la política con el deporte”. Misma cantinela en los últimos años de final copera con un denominador común: el F.C. Barcelona y su afición. En una España sumida en una fractura política y social difícilmente conciliable, la final de la Copa del Rey presentaba un espacio factible a reivindicaciones extradeportivas más dignas de manifestaciones en las calles. El Wanda Metropolitano, que acogía por primera vez un partido de estas características, fue el escenario donde se recogió la afirmación de identidad nacional: muchas banderas y la presencia, con su posterior rechazo de una parte de aficionados, del himno español.


El aspecto del Wanda Metropolitano / Imagen: Àlex Palomar

La Policía Nacional prohíbe un color alegando razones políticas


“Me han obligado a quitarme la camiseta. El policía me ha dicho que eran órdenes que habían recibido”. Es el relato de David, un joven aficionado blaugrana que no pudo entrar su camiseta de color amarillo en el estadio. ¿Por qué? La Policía Nacional requisó en muchos accesos del Wanda Metropolitano camisetas amarillas o bufandas con mensajes políticos y silbatos. Las esteladas, en cambio, entraron casi todas. Aunque parezca extraño para un ciudadano ajeno a las finales coperas, la sonora pitada al himno español fue uno de los acontecimientos menos sorprendentes. A la injustificada actuación de los agentes de seguridad del estadio se le añadió el de la Policía, que fotografió sin disimulo a aficionados barcelonistas que abuchearon el himno de España.


Pitada al himno español desde el sector azulgrana / Vídeo: Àlex Palomar


En el Wanda, la afición del Sevilla fue mayoría en un ambiente festivo durante toda la jornada, excepto cuando tocó entrar en el campo, momento en que algunos aficionados blaugranas se enfrentaron a la negativa de la Policía con la prohibición de camisetas que rezaban lemas como “Ara és l’hora” o “Llibertat presos polítics”. Ante la demanda de varias asociaciones independentistas de asistir de amarillo en la final, muchos aficionados respondieron con una camiseta del FC Barcelona con la “senyera”. Por otro lado, en diferentes puntos de las cercanías del estadio grupos de activistas repartieron miles de banderas españolas pequeñas. En algunos casos, las banderas iban acompañados de panfletos que proponían una letra para el himno español.


Banderas de todos los colores


Las imágenes panorámicas del estadio recogieron banderas de todo tipo. En la zona de la afición blaugrana dominaban las “esteladas”, aunque también hubo muchas banderas españolas. Detrás de la portería, de hecho, en una distancia de pocos metros, se podían ver banderas de los Boixos Nois y banderas españolas con el escudo blaugrana en el medio, delante de centenares de banderas independentistas y otras en que se podía leer “Llibertat presos polítics”. En la zona sevillista, donde casi todo el mundo cantaba, algunos mostraban banderas andaluzas independentistas. También se observó alguna que otra bandera fascista que sorprendentemente, o no, no fue requisada en la entrada al estadio.


Los tímpanos, los principales perjudicados


Ningún ruido se impuso al himno español porque la megafonía lo reprodujo en su máxima intensidad. Más 106 decibelios fueron los necesarios para intentar silenciar la disconformidad con el Estado español que mostraron una gran parte de aficionados. Fue necesario un ruido parecido al que emite un motor de avión para obviar discrepancias en las gradas. El rey, situado en su habitual posición de nobleza en el palco, no dudó en celebrar el hecho que se subiera el volumen del himno. Tanto en la televisión (TVE) como en el estadio Metropolitano.



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